Confeti, una fiesta, un mapamundi, un cerebro, un laberinto con puentes, intestinos, cartel para una peluquería de los ’80, festival de jazz.
Un puñado de palabras vale más que una imagen. Sin las palabras no somos nada.
Confeti, una fiesta, un mapamundi, un cerebro, un laberinto con puentes, intestinos, cartel para una peluquería de los ’80, festival de jazz.
Un puñado de palabras vale más que una imagen. Sin las palabras no somos nada.
Es muy popular la práctica de dibujar mientras se habla por teléfono, y eso es porque en determinadas acciones el cerebro puede hacer dos cosas diferentes a la vez, ¡incluso el cerebro de los hombres!
Se dice que aquel que garabatea en las reuniones, lejos de estar ausente está más concentrado en la conversación, porque dibujar te ayuda a desentenderte del lenguaje no verbal al que estamos sometidos, como tener que simular que estás de acuerdo con lo que se dice o incluso que te caen bien esas personas. En mi caso al dibujar cuando estoy con otras personas entro en una nebulosa de atención suprema que me permite interconectar datos de manera prodigiosa. Bueno quizás me he dejado llevar por el entusiasmo y estoy exagerando un poco.
Me estoy planteando hacer una serie de dibujos de conversaciones telefónicas y algún día exponer en una galería. O en un bar.